“Yo creo que sí que ha valido la pena venir hoy, aunque sea verlas en foto, ¿no? Creo que es lo más cerca que voy a estar de Islandia o de Noruega y ya puedo decir que lo he vivido”, respondía orgullosa Anna Marín, vecina de Sant Cugat del Vallès que la noche de este sábado ha arrastrado sus tres hijos, su hermana y su sobrina de pocos meses de vida hasta el Observatori Astronòmic de Castelltallat, en Sant Mateu de Bages para ver el inusual fenómeno de auroras boreales en Catalunya. Como ellas, decenas de personas se han trasladado hasta este observatorio, o hasta la montaña de Montserrat para avisar lo inusual. Parecían las rebajas, hay tantas personas como estrellas“, bromeaba Laia Brotón, otra joven esperanzada en ver lo imposible. Al fin, los pocos que lo han avistado lo han hecho enganchados en las pantallas de los móviles, o las cámaras, que sí lo han captado.
A las diez de la noche, en el observatorio del Bages ya no cabían más vehículos. Uno de los voluntarios y aficionado a la astrofotografía, David Pulido, llevaba horas ejerciendo de agente de tráfico. “También nos pasa cuando hay lluvia de perseidas… pero creo que no veremos nada“, asumía pesimista y un tanto cabreado. “No por la gente, sino porque a mí ayer se me escapó… dicen que fue increíble”, lamentaba.
A esa misma hora, el párquing ya estaba lleno de furgonetas, coches e incluso autocaravanas. Las familias, alumbradas con linternas, se sentaban en mesas y sillas de camping o con manteles en el suelo. Tortillas, ensaladas, hamburguesas y bocadillos eran los protagonistas mientras muchos, decepcionados, miraban al cielo. “Es que yo tengo familia en Edimburgo y ayer me dijeron que alucinaron… a ver si lo pillaban”, decía Eli Valls, vecina de Callús, bocata en mano con sus tres hijos. Otros, de Castellnou de Bages, ya se jugaban una cena por si las verían o no.
A Lorena Elisabet, Llorenç martí, Nuria Calero y Miquel Corral les molestaban, precisamente, las luces de los campistas. “Es que así claro que no veremos nada”, decía Martí. Venidos de Sabadell, Castellar del Vallès o Tiana, llevaban desde las ocho con el sitio reservado con sus trípodes y sus cámaras, esperando el milagro. “Yo no creo que lo veamos, pero hay que tener esperanza“, decía Elisabet. Al rato, daba la primera señal de alarma. “Ojo, que el color del cielo cambia”, avisaba revisando sus fotos. Y ha sido a las 22:53 cuando ha saltado la alarma, con los gritos de Elisabet. “Lo tengo, lo tengo, la tenemos aquí“, exclamaba.
Colas para ver la foto
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Una marabunta con todos los asistentes la ha rodeado. Ella ha cedido a todo el que quería que pudiera ver sus instantáneas. Se ha formado una fila de entusiasmados que retrataban la foto, como si Elisabet se hubiera transformado en una atrocidad. “Es la foto de la foto, pero a mí me vale“, sonreía Marín. A los diez minutos, la fotógrafa, eufórica, recogía los trastos para casa. “Es que mañana me levanto a las cuatro para ir a trabajar”.
Marina Diaz, que ha venido con su madre y toda la familia de Sant Boi de Llobregat también ha intentado hacer una foto con su móvil. Y le ha salido. “Yo también la tengo” decía orgullosa. “Lo hemos decidido así de bote pronto mientras comíamos en casa, había que probarlo”, sonreía. Guillem, de Cervelló, también hacía correr su foto entre los presentes. “Es la primera vez que hago fotos de noche, quería intentarlo… Estoy muy orgulloso”.
De ‘rebajas’ en Montserrat
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Menos suerte han tenido un grupo de jóvenes que ha optado para trasladarse hasta Montserrat. “Es que nos queda más cerca de casa”, explicaba Laia Brotón, de Molins de Rei. Pero al llegar a Monistrol ya ha visto que quizás no pasaba lo que tenía planeado. “Esto parecían las rebajas del Corte Inglés: una de coches, una de gente… tenían que poner orden”, añadía. Las horas pasaban, y a pesar de que el cielo estrellado permitía ver nítidamente las constelaciones, la noche seguía oscuras. “Hay tanta gente como estrellas” se quejaba. Para ella, verlas en pantalla no es lo mismo. “No, claro que no vale”, refunfuñaba.
“Es que lo que habría que hacer es ir a un sitio donde no haya nadie. Tanta luz, tanta gente… pero vaya, verse no se verá hoy si no es con una cámara fotográfica o algún tipo de herramienta de este tipo”, explicaba una y otra vez Toni Guntín, director del observatorio de Castelltallat. Desde las 21:30 hasta bien entradas las doce ha seguido haciendo sus habituales explicaciones sobre el cielo y las constelaciones. “Me han llamado 90 veces personas que ni conocía diciéndome que como se iba a ver, que donde… oigan no lo sé”, explicaba mientras los curiosos se colaban por todas las partes del observatorio.
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En el párquing de Castelltallat, con la mesa de párquing montada y con los hijos, yernos y nietos a su alrededor, Paqui Segura, de 63 años, sonreía. Su yerno, tras lograr una instantánea de las auroras con el móvil, sonreía. “Esto hay que celebrarlo”. Corría el vino entre los presentes y Paqui no podía estar más orgullosa. “Claro que ha valido la pena, para mí las auroras son lo de menos“, decía. Hace dos años que le han detectado un cáncer de mama que ha hecho metástasis. Para mí, que estemos todos aquí pasando la noche es lo mejor de lo mejor. Me da la lo mismo las auroras. Esta noche la recordaré siempre”.
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