“Tenemos buenas sensaciones, creemos que se abrirá una nueva etapa para unir y servir a los catalanes”. Esta es la afirmación que ha hecho el candidato del PSC, Salvador Illa, al llegar a la sede del partido en la calle Pallars, desde donde seguirán los socialistas catalanes el recuento electoral. Ha llegado acompañado de la jefa de campaña y número dos del partido, Lluïsa Moret, con la que ha subrayado el carácter “constructivo y respetuoso” de la campaña. También ha hecho una última llamada al voto: “Aún hay tiempo”.
A la espera del resultado que arrojen las urnas, el PSC aspira a ganar estas elecciones -como han pronosticado hasta ahora todas las encuestas– pero hacerlo, además, con suficiente ventaja como para que Illa pueda gobernar y no se repita la situación que ya vivió en 2021, cuando el independentismo sumó y asumió el rol de jefe de la oposición. Alcanzar la cota de los 40 diputados es uno de los objetivos que tienen señalado en rojo para lograr ese propósito y poder mirar por el retrovisor a sus principales contrincantes políticos. Para ello, han activado especialmente a su votante del área metropolitana, su gran caladero y feudo socialista irredento.
Durante la campaña y de la mano de Pedro Sánchez, Illa ha hecho un llamamiento a recibir los mismos apoyos que en las pasadas elecciones generales, cuando obtuvieron 1,2 millones de sufragios. Para ello han tratado de convertir en palanca electoral la batalla contra la “máquina del fango” denunciada por el presidente del Gobierno durante el paréntesis de cinco días que se tomó para decidir si dimitía o no. Tras anunciar que, finalmente, seguiría al frente de la Moncloa, Sánchez se ha volcado en la campaña catalana.
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Necesita que Illa sea presidente para ver revalidada su apuesta por la desjudicialización del ‘procés’ con la amnistía; al mismo tiempo que los pactos del PSC pueden impactar sobre la estabilidad de la legislatura española, que depende del apoyo de los dos principales partidos independentistas catalanes.