Tras las sucesivas falsas alarmas de los últimos meses, con conciertos aplazados semana a semana porque las obras de reforma no terminaban, la sala de la esquina de la plaza Reial con la calle De les Heures está a punto para su resurrección, este viernes con el concierto del colectivo barcelonés de música urbana Chäckra. Será el punto de partida de una nueva vida en la que, definitivamente, la marca Sidecar pasará a la historia: el local cambia de nombre y se convierte en Club Sauvage, conservando su línea de programación de conciertos y añadiendo la oferta de coctelería.
Iban a ser dos meses de obras y habrán sido casi seis (la etapa anterior se cerró el 31 de enero) porque ha habido que renovar aspectos técnicos y confeccionar a medida muchos elementos de la decoración, y “después del covid-19 no hay ‘stocks’, ni materiales, ni equipos, y todo se acaba retrasando”, explica Joan Ruiz, que ha sido el director de Sidecar durante 15 años y que sigue en su puesto. “Hemos querido hacerle un cambio de cara y actualizarlo, porque el local tiene más de 40 años y hacía más de 25 que no se le metía mano”. Se han hecho, añade, mejoras de insonorización y se ha renovado el equipo de luces y el de sonido. Su aspecto ha cambiado, si bien las barras y el escenario siguen donde estaban.
Cambio de nombre
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¿Por qué liquidar el nombre histórico de Sidecar? “Lo que determina eso es el ‘target’ de público que tiene que venir, que es gente joven”, explica Albert Taberner, el nuevo propietario de la sala, junto con tres socios, equipo que regenta también el Bar Sauvage, en el Born (él es también dueño del venerable London Bar y del Grill Room Bar Thonet). “A mí, el nombre de Sidecar me gustaba mucho, yo lo habría mantenido, pero entiendo que, por edad, ya no doy el perfil de la gente que vendrá. Todo el mundo podrá venir, pero entendemos que la gente joven no identifica tanto el nombre de Sidecar como la más mayor, y eso nos ha llevado a hacer un cambio”.
Lo más importante: se llame como se llame la sala, la música en directo sigue. Tras los dos conciertos de los próximos días (el martes actuará el grupo colombiano El Caribefunk), el club hará vacaciones y volverá el 5 de septiembre con la actuación de Kid Congo and the Pink Monkey Birds, banda del legendario excomponente de The Gun Club, The Cramps y los Bad Seeds de Nick Cave. Y se prevé que la agenda ya no dé respiro, con una media de entre diez y quince bolos al mes. “Para noviembre, un mes fuerte, tenemos diecisiete programados, y ya estamos trabajando en 2025”, informa Fátima Mellado, otra veterana del Sidecar, responsable de programación, que igualmente conserva su lugar.
Compromisos heredados
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La rumorología popular de estos meses, y ciertas pulsiones agoreras (algunos precedentes podían invitar a ello), alentaron los malos presagios, alimentados por titulares sobre un “cierre de Sidecar” que no era lo que parecía. “Muchos programadores nos han preguntado ‘ah, ¿pero continuáis?’. Pues claro, cambia el nombre, pero sigue siendo una sala de conciertos en medio de Barcelona, para 250 personas, que es muy necesaria”, señala Mellado, que destaca la permanencia de los compromisos que el Sidecar mantenía con ciclos como el Curtcircuit (de la ASACC, asociación de salas), GPS (Girando por Salas, del INAEM) o Artistas en Ruta (de la AIE).
Albert Taberner asume que “mucha gente opina y dice cosas, pero no hay que darle mucha importancia”, desliza. “Cuando la sala abra, ya verán que la decoración se ha actualizado, pero que sigue habiendo música en vivo y que la idea sigue siendo la misma”. Ve el club como una sala de conciertos y algo más, “un lugar al que vaya la gente a divertirse”.
¿Buscando acaso al público guiri? “Estamos en la plaza Reial y, por tanto, ese público estará ahí, pero si hubiésemos querido hacer un local para turistas, habríamos montado un ‘Irish pub’, con cerveza y pantallas para ver el fútbol”, replica Taberner. “Queremos un local para todos, gente de Barcelona, sobre todo, pero si se lo pasan bien, los extranjeros se darán cuenta y vendrán también. Somos una ciudad en la que hemos de convivir todos”.
Cambios en la plantilla
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El compromiso de mantener la plantilla íntegra, revelado a este diario en su día por el que fue propietario de Sidecar, Roberto Tierz, no se ha cumplido, admite el nuevo dueño del local. “En una operación así, asumes el personal, pero luego a veces hay perfiles que no encajan con lo que quieres hacer en tu empresa. Es normal. Pasa en todas partes, en cualquier lugar del mundo”, explica Taberner. Se ha quedado el 80% del personal propio de Sidecar, apunta Joan Ruiz. “Entre los que no han seguido hay algunos trabajadores que querían cambiar de vida y con los que se ha llegado a un acuerdo. Y se ha creado algún puesto nuevo, expertos en coctelería”.
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El rótulo del Club Sauvage luce en la entrada desde hace unos días, y los del ya extinto Sidecar, exteriores e interiores, se los están quedando los trabajadores y amigos de la casa, al igual que otros ingredientes de mobiliario con valor sentimental. “Roberto no quiso quedarse ninguno. Uno de ellos lo hemos cortado letra a letra, y las estamos repartiendo”, explica Joan Ruiz. La sala pasa página y se vislumbra el mes de septiembre como arranque de la nueva era tras el ‘impasse’ veraniego. “Habrá una fiesta de inauguración con cara y ojos. Estamos muy ilusionados”.
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