¿Un concierto de más de tres horas, saltando de álbum en álbum (y no es Bruce Springsteen)? Y ese título, ‘The eras tour’, pomposo para alguien de 33 años (ahora 34). ¿Quién se cree que es, la reencarnación de Michael Jackson? Pues la ocurrencia se hizo materia, y tapa ahora bocas en la gira más avasalladora del momento, un espectáculo en el que Taylor Swift agiganta su aura de cancionista, atracción industrial y, más difícil todavía, alma gemela de multitudes, como pudo percibirse este miércoles en el Bernabéu, puesta de largo del renovado estadio como sede de macroconciertos.
Ya desde el principio ella dejó las cosas claras en esa escena en la que, sola en la pasarela con forma de letra te, e invitando al sucesivo griterío del público de distintas gradas, hizo saber que aquello la hacía sentir “muy poderosa”, rematando la escena alzando un brazo y marcando bíceps. Esto va de dominaciones. Había abierto con ‘Miss Americana & the heartbreak prince’ y un ‘Cruel summer’ cantado con lágrimas en los ojos por dos niñas delante del cronista. Furor con ecos de las viejas crónicas de la ‘beatlemanía’. Ahí estaba ella, con su ‘body’ de lentejuelas, mostrándose asombrada por haber reunido a 65.000 personas (y por duplicado). Público de contornos abiertos, con mucho estilismo ‘swiftie’ reluciente. Purpurina en las mejillas, brillos y más brillos, pulseras y altas botas vaqueras.
Esos ‘haters’
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El guion de ‘The Eras tour’ lo marcan los álbumes, así que los ‘hits’ no se amontonaron al final sino que fueron salpicando el repertorio. Cuerpo de baile y dramaturgia (15 figuras) y un grupo de músicos en segundo plano, tarimas hidráulicas, pantallón de ‘leds’. El primer bloque, dedicado a uno de sus álbumes más diáfanos, ‘Lover’ (2019), trajo una cita (recortada, lástima) a otro himno, ‘You need to calm down’ (contra homófobos y ‘haters’) y la ‘dylaniana’ pieza titular. De ahí, lluvia de chispazos mediante, a la ‘era’ de ‘Fearless’, con su éxito bautismal ‘Love story’, y a la de ‘Red’, que estalló con el estribillo de ‘We are never ever getting back together’, otro de esos títulos para tatuarse.
Taylor Swift fue la vedete pop y la cantautora con vestigios country capaz de tomarse su tiempo para recalar en canciones de minuciosa narrativa. Ahí está una de sus gracias. Gran contraste, de montaña rusa, el subrayado por la versión larga (diez minutos) de ‘All too well’ (con su grácil colección de reproches a cierto ex: “Yo me haré mayor mientras tus amantes se quedan clavadas en mi edad”) y el temario electrónico y turbio de ‘Reputation’. Ahí, el momento estrella lo trajo ‘Look what you made me do’, reflejo de la Taylor enfurecida que mata virtualmente a su yo más inocente. “Lo siento, la antigua Taylor no puede ponerse al teléfono en este momento / ¿Por qué?”, decía la letra, y el público gritó puntualmente con ella: “¡Porque está muerta!”.
Canción de medianoche
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Más mutaciones: el pasaje dedicado al “primaveral-veraniego” ‘Folklore’ y al “otoñal-invernal” ‘Evermore’, con su cabaña del bosque y su piano cubierto de musgo en lamentos confesionales como ‘Champagne problems’. Sección bonita pero demasiado larga, aunque la audiencia no pareció resentirse. Se agradeció el salto a ‘1989’, con los trofeos ‘Blank space’ (bailarines reciclados en ciclistas) y ‘Shake it off’. La novedad de esta gira europea son los temas de ‘The tortured poets department’, donde despuntó ‘Fortnight’, camino del ‘set’ acústico, con sendas sorpresas (‘Sparks fly’ y ‘I look in people’s windows’), y al álbum de su renacer pospandémico, ‘Midnights’, con ‘Anti-hero’ como faro.
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A estas alturas, era fácil sentirse aturdido, con la capacidad de sorpresa y de asimilación de escenografías al límite. Ovnis, camas giratorias, claqué, nubes andantes… Coronando su maratón, Taylor Swift seguía luciendo perfecta, como diva pop que no parece sudar ni acusar cansancio tras haber recorrido tantas ‘eras’ y versiones de sí misma. Definitivamente, ‘The eras tour’ es un asunto para los muy cafeteros. Pero son muchísimos.
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