¿Qué va a pasar este año con el Festival de Cannes? ¿Cómo dañarán al certamen las sacudidas que en este momento está sufriendo la industria cinematográfica francesa, de la que es pieza fundamental? ¿Se verá obligado a eliminar películas de su programación o cancelar la presencia de algunos de sus invitados? ¿Podría llegar a ser objeto de alguna acusación directa? Son preguntas que sus responsables sin duda llevan días haciéndose, y para las que sigue sin haber respuestas definitivas recién iniciada su 77ª edición.
Uno de los peligros que afronta el festival es que parte de sus trabajadores vayan a la huelga en protesta por unas modificaciones previstas en las políticas laborales galas que reducirían drásticamente sus indemnizaciones por desempleo; el otro, el ensordecedor rumor según el que la revista ‘Mediapart’ está a punto de publicar un artículo en el que acusa a varios actores, directores y productores del país de cometer abusos sexuales, que circula desde la semana pasada acompañado de conjeturas y morbosas quinielas en redes sociales.
Para intensificar la crisis, la edición francesa de la revista ‘Elle’ publicó este mismo lunes los testimonios de nueve mujeres que denuncian acoso, agresiones sexuales y violaciones cometidas por el poderoso productor Alain Sarde, y poco después veía la luz una columna en la web del diario ‘Le Monde’ en el que un centenar de personalidades denuncian la inacción de las autoridades frente a las denuncias de abusos sexuales en el cine. Inevitablemente, el ruido generado por todo ello ha relegado este martes a un segundo plano la presentación del largometraje encargado de inaugurar la muestra, ‘Le deuxieme acte’, pese a que la casualidad ha querido que esté suficientemente relacionado con la polémica como para provocar, quizá, que a estas alturas el festival se arrepienta de haberle otorgado ese honor.
Estreno del certamen
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Irónicamente, se trata de una película que casi exige no ser tomada muy en serio; después de todo su director es el galo Quentin Dupieux, un autor firmemente comprometido con el absurdo que ha usado su filmografía para hablar de temas como un neumático asesino, una chaqueta que convierte a quien la viste en un ‘serial killer’ y una mosca gigante domesticada para atracar bancos. Su peripecia argumental es un rodaje que tiene lugar en el campo -un rodaje extrañísimo-, y sus cuatro personajes principales son actores que actúan para una cámara que no vemos; la filmación, eso sí, sufre constantes interrupciones durante las que los protagonistas discuten entre sí. ¿O quizá es que esas interrupciones son también parte del guion que están interpretando?
Dupieux y su reparto -encabezado por Léa Seydoux, Vincent Lindon y Louis Garrel- se divierten jugando al despiste con nosotros, y entretanto la película aborda la irrelevancia del cine en un mundo azotado por guerras y pandemias, el narcisismo de los artistas y la amenaza que la inteligencia artificial y los algoritmos suponen para la ficción, pero también incluye conversaciones sobre la cultura de la cancelación y una escena en la que vemos un intento de abuso sexual. A decir verdad, lo único que ‘Le deuxieme acte’ hace realmente con esos asuntos es usarlos para hacer chistes y, aunque no todos funcionan -y algunos de los que funcionan se alargan demasiado-, el resultado es una comedia francamente divertida. En sus últimos compases, eso sí, parece decir algo muy serio: que muchos de quienes trabajan en el cine viven ajenos a la realidad, y que para mantener viva esa fantasía a veces dejan víctimas en el camino.
Mentiras y bombones
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Hablamos de víctimas: el relato que componen las mujeres a las que Sarde presuntamente agredió es escalofriante. Según el artículo de ‘Elle‘, solía atraer a chicas a veces menores de edad prometiéndoles una oportunidad laboral, y tras ganarse su confianza con mentiras y bombones las sometía brutalmente a su propia voluntad. Colaborador habitual de Jean-Luc Godard y Roman Polanski, y ganador junto al cineasta polaco de la Palma de Oro de Cannes en 2021 gracias a ‘El pianista’, Sarde pasó brevemente por prisión en 1997 tras ser acusado de violar a dos mujeres, antes de que los tribunales desestimaran el caso. En las últimas horas, el abogado del productor -que actualmente tiene 72 años- ha afirmado que su cliente está indignado por los testimonios, y que jamás ha usado violencia o coerción en sus relaciones con mujeres.
Sarde, eso sí, no parece estar entre los nombres que barajan quienes se han dedicado a elucubrar sobre las identidades de quienes aparecerán en el artículo de ‘Mediapart‘; según un reportaje puramente especulativo publicado recientemente por el diario ‘Le Figaro‘, el grueso de la lista estaría integrado por hombres de entre 30 y 40 años, algunos de los cuales han desarrollado la mayor parte de su carrera tras la eclosión del ‘MeToo’ en Estados Unidos, y entre ellos habría tanto un cineasta que este año compite en Cannes con su nueva película como uno ganador del Oscar. De momento, recordemos, todo eso solo son rumores, y en la opinión pública gala no faltan quienes advierten de los peligros que entraña reducir un proceso de catarsis como el que parece estar afrontando el cine francés en una colección de habladurías. Evitar eso parece ser precisamente uno de los objetivos de la citada tribuna publicada en ‘Le Monde‘ y entre cuyos firmantes destacan actrices como Juliette Binoche e Isabelle Adjani. Lo que importa no son los integrantes de una lista, sino un el historial de indiferencia y corrupción sistémicas.
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Y el Festival de Cannes, mientras tanto, se mantiene a la espera, probablemente confiando en que la tormenta amaine sin hundirles el tejado; entretanto, parece ser que han puesto en manos de una agencia especializada la gestión de una posible crisis de comunicación. “Nos propusimos que este año organizaríamos un festival libre de controversias para que el cine concentrara toda la atención”, aseguraba ayer el director artístico del certamen, Thierry Frémaux. “Si surgen otras polémicas, no son asunto nuestro”. Ya le gustaría a él que fuera tan fácil.
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