Use and Abuse of the Maragall Brand, by Emma Riverola

Después de años de combatir el bulo, Pasqual Maragall dejó de ser el ‘Maragall borracho’ que rezaban las pintadas en los muros. Los socialistas siempre acusaron a los nacionalistas de CiU, especialmente al aparato de Convergència, de asumir y promover un chisme que pronto se convirtió en una lacerante campaña de desprestigio. El escarnio adquirió dimensiones ingobernables. El aspecto un tanto desaliñado y la dicción confusa del entonces alcalde no ayudaban a disiparlo. Solo el gran éxito de Barcelona 92 empezó a desmentir la falsedad. Tuvieron que pasar años para que la solidez intelectual, heterodoxia, instinto, imaginación, valentía y obstinación del político socialista se impusieran. Con la enfermedad, ya incapacitado como rival político, su aura no dejó de engrandecerse. El apellido del nieto del poeta pasó a ser un codiciado objeto de deseo, incluso para quienes no habían dudado en vilipendiarlo cuando era una amenaza.

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