Obituary for Dogs: Few gratitudes are as deep as that of a dog

El miércoles de esta semana, ‘The New York Times’ traía un obituario canino. Mejor dicho, una columnista se despedía de su perro, un chucho abandonado que recogió con su marido durante la pandemia y que ha muerto a deshora, demasiado joven, de una lesión medular. Le pusieron un buen nombre: Rascal (Bribón). Leer el artículo me reconfortó y sobre todo me ayudó a desprenderme de algún velo de pudor para hablar del mío. Después de todo, la vida consiste en parte en eslabonar pérdidas. El aprendizaje de sobrellevarlas. Mi perro, el perro de mi hermano en puridad, murió el pasado 12 de junio, el día de la gran lluvia; caía una manta de agua. Tuvimos que llevarlo al veterinario para que lo sacrificara con la inyección de pentobarbital. El adiós es insoportable.

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