Con la significativa mediación de Turquía, Rusia y Occidente han acordado un intercambio de 26 prisioneros, entre espías reconocidos o personas acusadas de serlo, y disidentes. Entre los acusado de llevar a cabo tareas de espionaje están tres periodistas. Uno de doble nacionalidad española y rusa, Pablo González, detenido en Polonia hace dos años, así como el corresponsal del Wall Street Journal, Evan Gerchkovich, y la profesional de Radio Free Europe, Alsu Kurmasheva, de doble nacionalidad también, rusa y norteamericana, detenidos ambos por el FSB ruso hace varios meses. El número de presos intercambiados y la personalidad de algunos de ellos indica que estamos ante uno de los canjes más importantes desde finales de la guerra fría. Ello arroja algo de sosiego en las relaciones entre Occidente y Rusia cuando la tensión entre ambos se ha recrudecido tras la decisión de Vladímir Putin de invadir Ucrania hace dos años.
Las razones que han permitido este acuerdo, y la valoración de la lista de los beneficiados solo se podrá hacer cuando se conozcan los detalles dela operación, pues se trata sin duda de una decisión que ha tomado su tiempo y en la que se han involucrado las diplomacias de los países concernidos: Estados Unidos y Rusia, por supuesto, pero también España, Alemania, Polonia, Eslovenia, Noruega y Bielorussia.
Además, claro está, de la mediación de la Agencia Nacional de Inteligencia de Turquía, un país que suele sacar partido de su posición geopolítica como el más oriental de los países de la OTAN y sus relaciones con el Kremlin. Entre las muestras de satisfacción destacan las de las principales organizaciones internacionales de periodistas que han celebrado la puesta en libertad de tres profesionales que nunca reconocieron los cargos de los que se les imputó.
Aunque este tipo de acuerdos diplomáticos suelen ir amparados por compromisos de no hurgar en las culpas de los protagonistas, esperemos que la puesta en libertad de los tres periodistas sirva para confirmar su profesionalidad y celebrar que la libertad haya prevalecido.
Ello es de singular importancia en el caso de González por haber permanecido detenido, durante dos años, en una celda de un país de la Unión Europea (UE), sin que se haya celebrado juicio. Al ser liberado, González partió de Ankara hacia su ciudad natal en Rusia, donde tiene a sus padres, hijos de niños de la guerra que huyeron allí tras la victoria franquista.
La detención de González en Polonia ha sido especialmente polémica por las condiciones carcelarias en las que ha vivido desde entonces y la falta de precisión de las acusaciones que pesan sobre él. En la nota emitida por su defensa, González reitera su inocencia y sus críticas al Gobierno español, al que acusa de no haberlo defendido con suficiente determinación.
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Su vuelta a España debería permitir llegar hasta el fondo de lo ocurrido. En cuando a los liberados procedentes de cárceles rusas, cabe esperar que no suceda lo que ocurrió en 2010, cuando en el marco de otro importante canje, fue liberado Sergei Skripal, un ex alto oficial de la inteligencia militar acusado de espiar para el M16 británico, que apareció envenenado ocho años después, junto a su hija, en el Reino Unido.